domingo, 19 de febrero de 2017

Del nido al vientre

Son las letras y palabras
las que manchan mi voluntad,
es el despertar, como en un sueño me ha envuelto.
Doloroso es, y nadie advirtiome:
duro el camino sería de aquellos
que aceptaran de aquel sueño una pesadilla.

Y es que el balbuceo
de la emoción se ha apoderado,
el entender de los sabios emancipado,
y el interés, del mundo, desarraigado.
Pues sobre mí recae el peso
de todas las almas alguna vez incomprendidas,
y yo, sin saberlo aún, caía
en el mismo pozo de ideas
que a la existencia
intentaron darle sentido.

Y de no ser
por la crueldad del orden,
de no ser
por el tiempo inagotable,
y si fuera
por el bien propio y general,
yo y todos los cuerpos alrededor mío,
dentro de aquel agujero muerto,
sucio de podridas teorías
y discriminadas conciencias,
en algún idealismo
habríamos sido uno.

Claro es que la bondad,
en la línea misma de la vida,
inexistente es. Mas bien, Ella,
resultado de la propia entropía,
es aquello que otros llamarían
la gracia divina.

Será su esencia,
un perfume innato,
serán sus gestos
o la profundidad en sus ojos.
Marcados habremos sido
por el mismo puñal al nacer
o será la cicatriz
de dagas distintas,
mas igual de penetrantes,
alojada ahí,
donde el alma se abre
en la desprevenida vigilia.

La vi, como a un tesoro
en un mar de inflados cuerpos
llenos de aire, sumidos
en corrientes impredecibles,
que al no importarles dónde estas los llevaran,
permanecían quietos, inertes;
eran materia oxidada.

Sin intención, en un futuro alguno,
de contar la historia de amor más bella,
adentré en lo que el vínculo pide,
lo que el alma exige, y el deseo clama,
con el ímpetu, en un principio ciego,
de vencer al tiempo y desafiar al caos,
de morir en el intento y de sumirme en nuevos estados,
escalar los muros de la incertidumbre,
y bañarme en mi propia sangre.

Pues si lo valía, si Ella lo valía, todo era posible;
ahí estaba, el hoyo sin fondo,
donde una vez caí, sin creer
que la unión, que otros llamarían divina,
sería la llave, la puerta de escape.

Vencido está el destino,
se le ha escapado un prisionero
que en la penumbra ha dejado a los demás,
pero ya nada ha de importar,
aceptado he sido con el sueño entre los dedos,
y es su piel quien me da la bienvenida
dotándome de nueva tierra
en la cual felizmente me pierdo, soy uno.
Somos.

Quién lo habría dicho, quién lo diría,
quién lo dijo y quién lo habrá cumplido.
Será el destino un ente fuera de nosotros mismos.
Qué será del acontecer próximo.
De ideas a cambios. De intención a resultado.
Pues hoy comienzo un viaje, y esa es mi intención.
Y es que mientras pueda seguir conquistando esa tierra,
en tanto aún sea posible navegar en sus pensamientos,
y, por supuesto, antes de que la lluvia de conceptos y preguntas arrase conmigo:
sustentaré el huerto de las ideas,
viajaré por los ríos de su cuerpo,
y poblaré lo inhabitable,
para así, mientras el sol se ponga
y el firmamento se haga presente,
al fin...
...sentarme a recoger las flores de su vientre.

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